reflexionesinutiles

Sunday, August 19, 2007

Una respuesta (no publicada) a columna de QuePasa, a partir de la polémica por el sueldo ético (economías VII)

A diferencia de otras disciplinas académicas -como la biología, psicología, o la sociología - la economía se llama igual que su objeto de estudio. En otros idiomas esto no es así, por ejemplo en inglés la disciplina se llama 'economics' y lo estudiado 'economy'. Me parece que es importante recordar la existencia de estos dos niveles. Esto pues la economía como disciplina es sólo una forma más de aproximarse a lo económico. Obviamente hay temas 'internos' que el interesan exclusivamente a economistas profesionales, pero también hay otros donde múltiples disciplinas y tipos de actores participan y opinan activamente. El sueldo mínimo es uno de ellos.

Por supuesto, la pluralidad de perspectivas no sólo se da con temas económicos, pasa también en muchos otros ámbitos (basta sólo pensar en la cantidad de distintos actores involucrados en temas recientes tales como la reforma educacional, la decisión respecto a la pastilla del día después o la evaluación del impacto potencial de las centrales hidroeléctricas en el sur…actores que van mucho más allá de los educadores, médicos e ingenieros respectivamente). Por lo demás, los economistas saben muy bien de esto, ya que en los últimas décadas se han constituido en participantes muy activos en la toma de decisiones que trascienden largamente lo que tradicionalmente se ha entendido como lo económico (basta pensar en las reformas educativas y de salud llevadas a cabo en Chile desde los ochenta en adelante.

En su columna César Barros recordaba el caso de Galileo. Según Barros la enseñanza de este caso histórico es que la Iglesia debería limitarse a opinar de lo que sabe, y en pos del avance científico "dejar al César lo que es del César". A mi juicio, tanto los antecedentes señalados en los párrafos anteriores, como también las pesadillas del siglo XX (desde el "Mundo Feliz" de Huxley hasta la mucho menos literaria crisis ecológica actual) permiten una segunda interpretación de este caso.

Lo que está en disputa (y que en esta discusion se ha hecho muy patente) no es sólo la capacidad de argumentar de los diferentes actores, sino que la discusión sobre los criterios que definen quien puede hablar y por quien. Este es un tema normal en la política, que generalmente se soluciona vía representación y elección. Obviamente no es posible elegir representantes para la solución de cada controversia. Sin embargo, si es posible asumir como principio la crítica a aquellas posiciones que no sólo se auto asignan una buena capacidad de resolver el problema en particular, sino que además de seleccionar quien si y quien no puede opinar.

Al menos en una sociedad democrática, el punto no es pasar de un monopolio de la verdad a otro, de la iglesia a la ciencia moderna. Sino más bien, el tema es como se hace para que en estos 'foros híbridos' (Michel Callon), o una de tantas controversias donde confluyen múltiples saberes y lógicas de argumentación, no se le cierran las puertas a nadie por el sólo hecho de no poseer determinada certificación. En otras palabras, la decisión no es entre Galileo y la Iglesia, sino que como hacer que ambos se sienten juntos, y que ninguno se asuma con el derecho además de decidir a quien se invita o no a la mesa.

[El argumento toma prestado ideas desarrolladas en la discusión sobre el rol público de las ciencias, en especial por Michel Callon y Bruno Latour]

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